domingo, 22 de noviembre de 2009


Saludo al Encuentro por el Intercambio Humanitario


Saludamos a los organizadores y a los participantes de este evento por el intercambio humanitario, a los familiares de los militares y policías prisioneros de guerra en poder de las FARC, saludamos a los presos políticos, a los guerrilleros y milicianos detenidos así como a sus familiares, a la vez que con profundo sentimiento fariano, enviamos nuestra voz de aliento a Simón Trinidad, a Sonia y a Iván Vargas, desterrados de Colombia por un presidente apátrida, por su compromiso como luchadores revolucionarios, presos y víctimas de juicios amañados en los Estados Unidos.


Desde que a nuestro país le impusieron los dirigentes liberales y conservadores esta guerra fratricida hace 60 largos años, ha sido el pueblo, tanto urbano como campesino, indígena y afrodescendiente, el que ha sufrido y sobrellevado el peso fundamental de la violencia.


Años de confrontación permanente durante los cuales los ricos de Colombia multiplicaron su práctica del crimen y el atentado personal como instrumento de la política y consolidaron el paramilitarismo como estrategia del Estado, con el objetivo de perpetuarse en el poder, desarrollar sus modelos económicos anti populares, despojar de sus tierras a colonos, a pequeños y medianos propietarios y a las comunidades indígenas y negras. Toda una época de arrodillamiento ante los dictados de Washington.


El proceso de conformación de Colombia como Estado - nación ha sido una intensa lucha contra el coloniaje imperial, contra la explotación y contra las injusticias. Nuestro pueblo ha sido obligado a combatir sin tregua, durante siglos, por sus derechos básicos de vida, dignidad e independencia. Y era lógico que ante el terror y la arbitrariedad desatados por los distintos gobiernos contra los pobres del campo y la ciudad a mediados del siglo anterior, estos se levantaran a defender vida, familia y bienes en una desigual confrontación de resistencia que perdura desde entonces, precisamente porque las razones que generaron el alzamiento aún subsisten.


El mismo paramilitarismo de los años 50, sostenido en la concepción fascista de la Seguridad Nacional y enriquecido sin medida durante los últimos 30 años con los dineros del narcotráfico, hoy se ha enquistado en el aparato del Estado a través de sus jefes e ideólogos, y con el aval de la Casa Blanca, que como lo muestra la historia contemporánea, usualmente se apoya en los gobiernos más corruptos para propiciar sus aventuras militares como la que desarrolla actualmente contra América Latina.


Sucedió, que en esta larga jornada de resistencia popular y de dignidad nacional, por múltiples razones históricas y de coyuntura, se fueron conformando movimientos revolucionarios que no solo enfrentaron a las fuerzas armadas oficiales y para institucionales, sino que además algunos se estructuraron y dotaron de unas normas internas, de unos estatutos y de unos reglamentos de régimen disciplinario como en el caso de las FARC - EP, donde también analizamos y precisamos un plan hacia la conquista del poder político y un programa de gobierno que permita construir la Nueva Colombia, democrática, soberana y con justicia social como alternativa al régimen oligárquico vigente del Terrorismo de Estado y como final de esta violenta etapa de la historia nacional.


Somos entonces, respuesta popular a la rapacidad, a la injusticia y a la estrategia de violencia clasista ejecutada por los ricos que usurparon el poder en Colombia en detrimento del bienestar de la mayor parte de la población.


Como revolucionarios, seremos perseverantes en la búsqueda de caminos de superación del conflicto a través de los acuerdos políticos como lo hemos sido desde Marquetalia en 1964 pero, debemos decirlo, mientras perdure la confrontación, habrá prisioneros de las partes contendientes, que en nuestro caso, apresamos en los campos de batalla, armados, rendidos e identificados plenamente. Esa realidad es una verdad incontrovertible porque toda guerra es una sucesión de tragedias dentro de las cuales la pérdida de la libertad es solo una de sus posibilidades.


Las partes comprometidas en el conflicto, deben responder por los adversarios que apresen, de acuerdo a las condiciones de cada una. Nosotros, revolucionarios que desarrollamos una guerra de guerrillas móviles, con desplazamientos permanentes y riesgos de confrontación ininterrumpidos, acompañados sin descanso del tenso ambiente del combate, damos a los prisioneros de guerra un trato respetuoso, digno, de acuerdo a las posibilidades existentes. Como señalábamos en un mensaje que les enviamos a los prisioneros en nuestro poder, ninguna animadversión personal nos distancia de ellos, no albergamos odios tampoco rencores, simplemente tenemos conciencia que siendo todos hijos del pueblo, estamos situados en distintas orillas del conflicto como efecto de esta guerra impuesta por los ricos que disfrutan en sus palacetes mientras una juventud de origen humilde, acude al combate a defenderle sus privilegios.


Son estos mismos oligarcas, los que niegan la existencia del conflicto armado y social que lacera la patria, pero reclaman sin descanso dinero para la guerra, los mismos que manchan de indignidad la patria abriendo puertas a la presencia y accionar de las mercenarias tropas gringas con la disculpa de la lucha contra el terrorismo, son los mismos ricos que niegan el canje de prisioneros de guerra y juegan con los sentimientos de los familiares haciéndoles creer, desde hace 7 años, que su libertad está muy cerca.


Debemos decirlo claramente: la oligarquía, de momento, ha cerrado las posibilidades del canje, porque, asegura, debilita su política de seguridad democrática, ya de por sí roída hasta la médula por los sistemáticos y masivos crímenes de civiles ejecutados por la fuerza pública y por la profunda penetración del narco paramilitarismo en el aparato del estado, al que le extraditaron sus íconos a manera de fusible, pero que continúa afianzándose cada día más en el Régimen como es evidente en el proceso de la parapolítica y en la campaña electoral en curso.


De nuestra parte, insistiremos en el canje. Hemos dado muestras inequívocas de disposición para acordar unas reglas de juego, desde que unilateralmente liberamos más de 350 prisioneros en el Caguán y flexibilizado permanentemente las circunstancias que deben rodear un encuentro en tal sentido. Por ejemplo: desde el 16 de abril pasado, anunciamos, como demostración cierta de voluntad, la liberación del cabo Moncayo así como la entrega de los restos del mayor Guevara a su familia. Luego agregamos al soldado Calvo, que sus jefes abandonaron herido en el campo de batalla. Lo único que debe hacer el gobierno por ellos es autorizar que los recojan. Son personas al servicio del estado, pero el presidente no ha querido.


Todo esto nos alienta a intensificar esfuerzos por el canje. Tenemos también la tarea de impedir que los guerrilleros y guerrilleras detenidos se pudran en los calabozos del sistema, que allá no los extorsionen, ni los torturen, que les respeten sus convicciones, dignidad y su compromiso de conciencia, que no persigan a sus familiares ni a sus defensores, que no intimiden a quienes les proveen solidaridad. Y tenemos la tarea, el ineludible compromiso, de luchar por la repatriación de Simón, de Sonia y de Iván Vargas. Objetivos de grandes dimensiones y cuyas dificultades solo estimulan nuestro compromiso revolucionario.


Estamos convencidos que de materializarse un acuerdo de canje, se abrirían inmensas posibilidades hacia la solución política del conflicto. Los frustrados esfuerzos de ocasiones anteriores nos proveen de la madurez y la estatura requeridas para construir colectivamente el camino que conduzca a Colombia al final del túnel.


Nos duele Colombia invadida por una violencia ya no solo rural sino urbanizada, y no precisamente por la acción individual de los delincuentes sino por una dimensionada violencia larvada y desarrollada a partir de las corruptas instituciones oficiales, de la asfixiante antidemocracia y de los profundos abismos sociales existentes.


Nos duele apreciar la patria invadida y atenazada por militares del más grande imperio de la historia, el que se precia de no tener amigos sino intereses, que de contera amenaza la convivencia pacífica de los latinoamericanos.


Nos duele el país atormentado por esas masacres sistemáticas denominadas "falsos positivos", que pretenden ser demostración de eficacia militar y validez de una estrategia autodenominada "democrática".


Nos duele la sociedad que rebaja hasta el infinito los impuestos a los ricos y los aumenta a los sectores medios y pobres de la población; que subsidia a los grandes potentados, a los mafiosos, a los corruptos y le niega esos dineros a quienes verdaderamente los requieren.


Nos duele el país que convirtió a las Fuerzas Armadas oficiales en un partido político ultraderechista y clasista a la sombra de la llamada "seguridad democrática” que no es otra cosa que la máscara de la dictadura.


Nos duele el campo colombiano porque la violencia oficial, la para institucional y el narcotráfico dimensionaron dramáticamente la concentración de la tierra, ya que el latifundio se extendió a costa de las propiedades de los 4.5 millones de desplazados y de los millones de amenazados que el gobierno mantiene en el abandono, porque este es el gobierno de los grandes hacendados y ganaderos. De todos aquellos que se han beneficiado de la violencia de estos últimos 60 años, incluyendo a los nuevos ricos de las distintas bonanzas y a los militares que se han quedado con las tierras de muchos de los desplazados.


Estos son los problemas que están en el centro de la solución definitiva del conflicto. Siempre hemos considerado que su superación será sólida y duradera, si las mayorías que realmente sentimos la patria, la de todos, encontramos los caminos que conduzcan al acuerdo de paz, que posibilite construir un nuevo régimen, incluyente, que sume y no polarice, que proyecte para las mayorías, que reivindique la dignidad nacional y la soberanía como el patrimonio fundamental de la patria y la justicia social como su norte.


A los participantes de este trascendental evento, los alentamos a reforzar la brega por la libertad de todos los prisioneros de guerra a partir de acuerdos, a derrotar la insensibilidad social, la soberbia y el cinismo del gobierno que atraviesa palos en la rueda de la liberación del cabo Moncayo y del soldado Calvo. Con ellos en casa, con los restos del mayor Guevara en manos de doña Emperatriz se deben abrir nuevos momentos para los guerrilleros y los integrantes de fuerza pública prisioneros de guerra.


Los alentamos a elevar las acciones por soluciones pacíficas a los grandes problemas del país. A trabajar por encontrar caminos que nos permitan construir la reconciliación de la familia colombiana.


En momentos como el actual, con un estado que juega el papel de Caín, similar al que juega Israel en el medio oriente, invadido por los gringos con autorización legal de un presidente apátrida, corrupto y violento hasta la médula, el pueblo colombiano necesita encontrar caminos de unidad, de confluencia de voluntades y de acciones entre trabajadores, empleados, campesinos, artesanos, indígenas, intelectuales, artistas y estudiantes demócratas, minorías étnicas y desempleados.


Y luchar por la hermandad latinoamericana, por la convivencia entre los pueblos, contra una guerra que nos quieren imponer desde el Pentágono norteamericano.


La paz de Uribe es una ficción. La verdadera paz de Colombia solo será posible si la construimos, sobre bases sólidas y entre las mayorías. A eso le continuamos apostando.


Abrazos bolivarianos,


Alfonso Cano

Noviembre del 2009

miércoles, 11 de noviembre de 2009


Cada día, cada hora que demore la liberación del cabo Moncayo y del soldado Calvo, es de exclusiva responsabilidad del gobierno de Uribe



Frente a las cínicas y tramposas declaraciones del llamado “comisionado de paz” del gobierno de Uribe, señor Frank Pearl, responsabilizando a la insurgencia guerrillera por la inexplicable demora en la liberación de dos prisioneros de guerra ofrecida por las FARC EP como gesto unilateral, declaramos:

1. Desde el 16 de abril del año en curso declaramos nuestra decisión de liberar al cabo Pablo Emilio MONCAYO de forma unilateral y entregar los restos del mayor Guevara a su familia, voluntad que complementamos el 25 de junio, con el nombre del soldado profesional Daniel CALVO, todo lo cual hoy reiteramos.

2. Tan solo hemos exigido que el gobierno otorgue y cumpla las mismas garantías ofrecidas en pasadas liberaciones unilaterales, para evitar que se repitan provocaciones como la sucedida en anterior entrega de prisioneros.

3. Es el gobierno quien ha introducido palos en la rueda, primero con los “inamovibles” y ahora con nuevas, absurdas e inaceptables exigencias.

4. Como ni el señor Pearl, ni Álvaro Uribe, ni los ricos permiten a sus hijos alistarse en el ejército e ir a la guerra, en el colmo del cinismo y de la insensibilidad clasista pretenden culpar a las FARC cuando lo único que solicitamos es que vengan por sus prisioneros, a quienes ellos mandaron a la guerra y abandonaron luego que cayeron en desgracia, como consecuencia de la confrontación.

5. O será que quieren cobrarle al profesor Moncayo, a los familiares y a las organizaciones solidarias con los prisioneros de guerra, la tenacidad que han tenido para luchar por la libertad de sus hijos?

6. Cada día, cada hora que demore la liberación del cabo Moncayo y del soldado Calvo, es de exclusiva responsabilidad del gobierno de Uribe.


Secretariado del Estado Mayor Central, FARC-EP
Montañas de Colombia, noviembre 6 del 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

A los militares de honor

Hacemos un fraternal y patriótico llamado a los militares de honor para que junto a nuestro pueblo formemos un solo haz que converja en una guerra patria para defender nuestra soberanía y dignidad latinoamericana, enlodada hasta el tuétano de infamia, sangre, corrupción y servilismo por el presidente Álvaro Uribe Vélez, quien sin ruborizarse siquiera, porque carece de dignidad, aceptó la instalación por el Imperio de 7 bases militares en Colombia, las que serán como una daga envenenada enterrada en el cuerpo de la Patria y su punta alcanzará el corazón mismo de América Latina, cuyo único objetivo es impedir el proceso democrático e integracionista de nuestros pueblos, que bajo la luz del ALBA han continuado el inconcluso proyecto libertario que dejara trunco el Libertador Simón Bolívar.

Apelamos a su honor porque sabemos que él es la primera virtud del militar. El honor es el que hace que se sufra con espartano estoicismo y sin desesperación todas las vicisitudes que nos depara la guerra; él es el que nos impulsa a entregar la vida en el campo de batalla sin ningún cálculo diferente al bien de la patria. Entendiendo por patria el territorio de la Nación con su biodiversidad, riquezas naturales, población y cultura, y no, los bienes, intereses y chequeras de los Santodomingo, de los Ardila Lulle, los Sarmiento Angulo y pare de contar...

Sabemos que en la Institución Militar para suerte de Colombia y orgullo de América Latina, aún hay no pocos hombres que preservan inmaculado el sagrado honor militar y por ello, pueden con altivez mirar de frente a sus conciudadanos y estrechar la mano de los mismos, porque no la tienen manchada de sangre con los crímenes de lesa humanidad de los mal llamados "falsos positivos", que evidencian una profunda descomposición moral tanto de los ordenadores como de los ejecutores, ni tienen la conciencia enmohecida por la degradante corrupción que cada día reverdece más en éste Gobierno de mafia, paramilitarismo y crimen, donde los que se consideran personeros de la soberanía, son traidores infames que no tienen siquiera el prestigio de la legalidad, porque sus actos, inclusive sus vidas, ha sido todo un fraude.

Señores oficiales y suboficiales: Cuando el general Joaquín Matallana quiso entrar al enclave estadounidense de Lomalinda (Meta), un oficial gringo de tercera categoría se lo impidió con arrogancia. Herido en su honor el general colombiano se dirigió al Presidente de la República para manifestarle su infinita molestia por el irrespetuoso desplante. "No puedo hacer nada", le respondió. Era un presidente autista, sin noción de patria, acostumbrado a rumiar en el potrero yanqui de los lacayos. Matallana, hombre de pundonor militar, presentó entonces su renuncia irrevocable, afirmando con energía que en Colombia no puede haber territorio alguno ocupado por fuerzas extranjeras y mucho menos vedado a un General de la República. Unos años después, reunido en Casa Verde con los comandantes guerrilleros Manuel Marulanda Vélez y Jacobo Arenas, el altivo general les prometió con énfasis: cuenten conmigo si algún día el país es invadido por los gringos. ¡Qué calidad humana y militar la de nuestro digno adversario en la guerra de Marquetalia!

Ese es el honor que debe inflamar el pecho de un militar que verdaderamente sienta la patria por dentro.

El lejano incidente de Loma linda trajo a nuestra memoria la reciente afrenta de militares gringos contra la guardia de honor que esperaba al presidente Bush en la escalerilla del avión, en su escala en Bogotá. Para asombro del país, los gorilas de la seguridad de Bush requisaron a los militares colombianos y les revisaron sus armas, sin que nadie chistara nada. Ninguna protesta; sólo el silencio servil de los altos mandos y el presidente. ¡Cómo se ultrajó en esa ocasión nuestro decoro!.

La decisión de Uribe de permitir la instalación de 7 bases militares de los Estados Unidos en territorio colombiano es un acto de alta traición a la patria latinoamericana. Ceder el territorio como base de agresión contra países hermanos, contra los mismos connacionales, y como puntal de consolidación de una estrategia de predominio continental, debe llenar de vergüenza el alma de los colombianos. No hay argumento más irrisorio y cínico que el de Uribe para explicar, que en este caso, no se configura pérdida de soberanía, porque los militares colombianos estarían al mando de tales bases. Lo que ocurre en la base aérea de Tres Esquinas, o en Barrancón, es un mentís de proporciones faraónicas. Allí mandan los gringos. Los oficiales colombianos, como ocurría en Loma Linda, ni siquiera podrán aproximarse a las barracas e instalaciones donde trasiegan los militares norteamericanos.

La "soberanía compartida", a la que de manera insólita alude Uribe, es un sofisma para tontos, porque nunca puede ser soberano un país ocupado por tropas extranjeras. La humillación de ver oficiales colombianos subordinados a oficiales del Comando Sur del ejército de los Estados Unidos, no debe ser tolerada donde hay honor.

¿Quién entiende esa jerigonza presidencial de que los militares gringos tendrán inmunidad, pero no impunidad? Tal vez Uribe está creyendo que los colombianos son una manada de ignorantes atronados.

Señores oficiales y sub oficiales: frente a los proyecciones neocoloniales del gobierno de Washington debemos asumir la misma actitud insobornable y patriótica del Libertador Simón Bolívar, que decía: "Aborrezco a esa canalla de tal modo que no quisiera que se dijera que un colombiano hacía nada como ellos... Los Estados Unidos son los peores y son los más fuertes al mismo tiempo... Formado una vez el pacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil". Lo que nosotros debemos priorizar es la búsqueda de la unidad de nuestros pueblos. Retomar el proyecto de Gran Nación de Repúblicas que dominaba el sueño del Libertador, como escudo de nuestro destino. En la historia de Nuestra América, sobresale el antiimperialismo de militares patrióticos como el general Omar Torrijos de Panamá, el coronel Francisco Caamaño de Dominicana, el general Velasco Alvarado del Perú, Prestes en Brasil y Arbenz en Guatemala, entre otros, que por su actitud se ganaron el afecto de sus pueblos.

Aquí debemos forjar la resistencia patriótica, coordinando esfuerzos con las organizaciones políticas y sociales del país, para hacer prevalecer la soberanía y la dignidad. Ejército patriota, guerrilla bolivariana y pueblo movilizado, son los únicos que pueden atajar el vuelo amenazante del águila de la doctrina Monroe sobre los cielos de Nuestra América. Hagamos realidad el sentimiento puro del general Matallana de hacer respetar la patria, unidos como debe ser. Ayer el honorable adversario nos decía: cuenten conmigo; hoy les decimos, cuenten con nosotros, no solo para defender la soberanía patria, sino para construir una Colombia Nueva, si se atreven.

Cordial saludo. Compatriotas,

SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
Noviembre 2009