martes, 12 de octubre de 2010
Homenaje y Semblanza
del guerrillero heroico
“Nacimos para vencer, no para ser vencidos” Jorge Briceño
Una muerte gloriosa
triunfa sobre el tiempo
y prolonga la sublime
existencia, hasta la más remota posteridad. SIMÓN BOLÍVAR
30 aviones
y 27 helicópteros, 7 toneladas de explosivo tritonal y la tecnología militar de
punta del South Command estadounidense y del Mossad israelí, el uso
desproporcionado de la fuerza y la violencia terrorista del Estado, todos,
contra un hombre en su cuartel de la montaña, que no era un hombre, sino un
pueblo.
Lo ocurrido
en la madrugada del 22 de septiembre en las selvas de La Macarena no fue un
combate, sino un vil asesinato, una masacre ejecutada a mansalva y sobre seguro
por un Estado terrorista subordinado a los dictados de Washington. Contra el
comandante Jorge Briceño, del Secretariado de las FARC, fue concentrado todo el
fuego y todo el odio de una casta dominante criminal, de ultraderecha, que por
décadas ha ensangrentado y empobrecido al país.
Era Jorge
un símbolo telúrico, potente, de la rebeldía y la esperanza del pueblo llano de
Colombia, salido de la escuela de guerra de guerrillas móviles del legendario
Manuel Marulanda Vélez. Era un ser excepcionalmente humano, y por ello, amado
por la gente y por la tropa guerrillera. En tiempos de la zona de distensión y
de los diálogos de paz, cuando aparecía de vez en cuando en la población de La
Macarena, un enjambre de niños descalzos y descamisados, bulliciosos, lo seguía
por las polvorientas calles, y él, feliz, dejaba que le quitaran la boina y que
saltaran en su corazón, como en la canción Jojoy del cantautor Julián. Era un
imán en traje de fatiga arrastrando pueblo a su paso, fundiéndose con sus
sueños. Campesinos, obreros, desempleados, alcaldes, curas, académicos,
sindicalistas, maestros, estudiantes, afro descendientes, amas de casa,
escuchaban la magia torrencial de sus palabras que aludían a un sueño llamado
Nueva Colombia, Patria Grande y Socialismo.
Era un
duro, sí, pero aprisionado por una gran ternura. Recio con el enemigo,
afectuoso con su pueblo. No faltaba en su mochila de campaña el Diario del Che.
Bebía con avidez el pensamiento de Guevara, y del guerrillero heroico había
aprendido a endurecer, sin perder la ternura jamás. Era un guerrero enamorado
del fulgurante amor de los héroes por la libertad y la justicia.
Había
Ingresado a la guerrilla de las FARC en 1968. Eran los tiempos feroces de la
represión y la exclusión brutal del Frente Nacional bipartidista y oligárquico,
que pretendió criminalizar el derecho de los pueblos a la opción política.
Empuñando la bandera comunista, siempre al lado de Manuel y de Jacobo, se forjó
como guerrero en las vicisitudes de la guerra justa contra la opresión.
Lo de
“Mono” por lo catire o de cabello claro, rubio, o huero. Lo de “Jojoy”, por una
muletilla de juventud. Así, el joven “Mono Jojoy” trasegó con su fusil y su
política al hombro, las tres cordilleras andinas de la arriscada geografía
colombiana.
Su primera
revolución triunfante, fue la librada consigo mismo. Implacable con sus lastres
humanos, poco a poco, doblegándolos a pulso, fue levantando hacia el cielo la
gran mole de su arquitectura política y guerrera, de hombre nuevo. Su pasión
por la libertad y ese anhelo de dignidad para todos que abrazaba su corazón,
fue el arpegio más sonoro de su fibra humana.
La figura
de Jorge continúa su incesante crecimiento en las selvas inmensas del Caguán,
en sus puertos fluviales de amarillento caudal, hasta alcanzar la inusitada
dimensión de la leyenda. Incansable constructor de partido y de milicias
populares, agitador de la Unión Patriótica como alternativa política, impulsor
entre la población de la sustitución de cultivos de coca por siembras de caucho
y cacao. Consciente de la importancia de la propaganda revolucionaria instaló,
por primera vez, una impresora offset montaña adentro. En Remolinos y en Santo
Domingo es el hombre de la logística, de los uniformes, de las armas, de las
finanzas. Formador de cuadros, llamaba a los cadetes egresados de la Escuela Nacional,
para tomar de ellos, aún frescos, los nuevos conocimientos y técnicas
aprendidas. Nunca percibió sombras en los que podían saber más que él; por el
contrario, los acogió con admiración, y aprendió de ellos. Era un insaciable
fagocitando luces.
Luego el
guerrero irrumpe en los Llanos indómitos y bravíos, que tienen la extensión de
medio país y una rica historia de rebeldía contra el centro del poder. Allí
inscribió su nombre en moldes dorados de la mano de Marulanda y sus compañeros,
como destacado estratega militar y político, como luchador en la primera línea
de fuego y en la conducción del avance de las huestes guerrilleras hacia la
capital. Realmente el poder de Jorge, su liderazgo avasallante, cautivador, se
fundaba en la dirección colectiva y en el gran amor que le profesaban los
guerrilleros y el pueblo.
Ningún jefe
insurgente de Nuestra América había sido atacado con tanta saña. 50 bombas
inteligentes made in USA que demolieron y arrasaron su puesto de mando, no
fueron suficientes para saciar el odio de las oligarquías. Verificada la muerte
del comandante, el gobierno desencadenó, desde todos los flancos, el más infame
ataque mediático, con el propósito quimérico de aniquilar también su imagen y
su ejemplo de dignidad. No se trataba sólo de matar a la persona, sino al sueño
de esa inmensa muchedumbre de humildes que creen en el proyecto político
libertario de las FARC-EP. Sangre y fuego, tierra arrasada, terrorismo de
Estado, ha sido la práctica constante del régimen para defender los intereses
de las trasnacionales, la bolsa y el poder de una oligarquía apátrida y
arrodillada a los gringos.
Frente a la
barbarie del Estado, ni una sola palabra de la acuciosa Katerine Aston de la
Unión Europea, ni de aquellos que siempre están condenando nuestros modestos
medios de resistencia. No lo necesitamos; el poder moral de las FARC es
inexpugnable. Bien sabemos que por boca de ellos habla la iniquidad de los
imperios.
El
comandante Jorge encarnaba los más profundos sentimientos altruistas de las FARC,
en la lucha y resistencia de los pueblos contra el terrorismo de Estado. Como
es de conocimiento, los Estados terroristas, como el de Colombia, buscan
siempre proyectar su propia condición sobre quienes los adversan. Por eso, el
presidente Santos, ladrando desde Nueva York, muy cerca de su amo, desesperado
por deslegitimar la lucha de los pueblos por la justicia, tergiversa la
realidad del conflicto interno de Colombia, pretendiendo vanamente satanizar el
alzamiento armado, al referirse a Jorge como símbolo del terror y la violencia.
¿Qué más se
puede esperar de personajes tan siniestros? Hace poco, oficiando como ministro
de defensa y de los “falsos positivos”, Juan Manuel Santos se solazaba con los
cadáveres de guerrilleros abatidos en los Montes de María. Ahora, el actual
jefe de esa cartera, señor Rodrigo Rivera, se conduele más por la muerte de la
perra Sasha, que por los centenares de soldados muertos y heridos en el campo
de batalla de La Macarena.
La
fementida “Sodoma”, nombre de la operación que segó la vida de los nuestros, no
es otra cosa que el mismo Estado colombiano en su bancarrota moral. La
“madriguera” del verdadero monstruo terrorista es el Palacio de Nariño, sede
del gobierno de Bogotá. Desde allí se ha planificado el desastre humanitario
que padece la patria. Desde ese mismo antro, los cerebros de la seguridad
democrática, tan celebrada por el presidente Santos, ordenaron las masacres
contra la población inerme, las ejecuciones extrajudiciales (“falsos
positivos”), las fosas comunes, las detenciones masivas, las desapariciones y
desplazamientos forzados, y tantos otros abominables crímenes de lesa
humanidad.
A los que
hoy desde el gobierno, ebrios de triunfalismo nos conminan a la rendición, les
respondemos con las mismas palabras que el comandante Jorge Briceño le
dirigiera al general Padilla en enero de 2010, en respuesta a una exigencia
similar:
“…Que poco
nos conoce usted señor Padilla de León: con toda sinceridad, sin odios ni
resentimientos y con el respeto que todo revolucionario profesa por sus
adversarios, le respondo: No, muchas gracias, general.
En
las FARC no tenemos alma de traidores, sino de patriotas y de revolucionarios.
Hemos
luchado y continuaremos haciéndolo, con valor, entrega y sacrificio por
derrocar este régimen podrido de las oligarquías y construir otro orden social,
o por alcanzar acuerdos que ayuden a construir una patria en donde quepamos
todos.
Jamás
hemos proclamado el principio de la guerra por la guerra, ni asumido esta lucha
como algo personal, ya que nuestros objetivos son los de lograr cambios
profundos en la estructura social de Colombia, que por fin tengan en cuenta los
intereses de las mayorías nacionales y de los sectores populares y que
conduzcan al desmonte del actual régimen político criminal, oligárquico,
corrupto, excluyente e injusto, como está consignado en nuestra Plataforma
Bolivariana por la Nueva Colombia.
Con
la honestidad que corresponde a nuestro compromiso con el cambio social y la
lealtad que le debemos a nuestro pueblo, le aseguramos, que no vamos a desistir
después de más de 40 años de lucha, ni a aceptar una falsa paz. No
traicionaremos los sueños de justicia de la Colombia que clama por la paz con
justicia social, ni la memoria de los miles de muertos, ni a las víctimas de
las innumerables tragedias que ha ocasionado esta cruenta guerra, declarada por
la oligarquía al pueblo desde hace más de 50 años.
Colombia
necesita encontrar los caminos que conduzcan a poner fin a esta guerra entre
hermanos, senderos de reconciliación que nos lleven a Acuerdos de Paz. Pero no
será a través de una paz falsa donde una minoría oligárquica continúa
acaparando todas las riquezas, a tiempo que las grandes mayorías nacionales
quedan aplastadas por el peso de la pobreza, el terror militarista, la miseria
y la degradación moral de una clase dirigente corrupta hasta los tuétanos, el
camino más seguro para alcanzar la reconstrucción de la patria y la
reconciliación de los colombianos.
Una
paz entendida como rendición o entrega es una fantasía de la oligarquía y solo
sería un crimen de lesa traición al pueblo y a sus históricos anhelos por
alcanzar, al fin, la justicia social para todos.
Acuerdos
de paz sí, pero, el punto cardinal es: ¿con o sin cambios estructurales en lo
político y social?
¿Más
Democracia o más autoritarismo y más represión y arrodillamiento al imperio?
Lo
invitamos a reflexionar sobre estas serenas palabras plenas de sensatez y
actualidad, contenidas en el mensaje que dirigió el comandante Manuel Marulanda
Vélez a los miembros de las Fuerzas Militares:
El futuro
de Colombia no puede ser el de guerra indefinida, ni el de expoliación de las
riquezas de la patria, ni puede continuar la vergonzosa entrega de nuestra
soberanía a la voracidad de las políticas imperiales del gobierno de los
Estados Unidos; nosotros estamos en mora de sentarnos a conversar en serio para
dirimir nuestras diferencias, mediante el intercambio civilizado de opiniones
hacia la solución definitiva de las causas políticas, económicas y sociales
generadoras del conflicto interno, para bien de las futuras generaciones de
compatriotas ”...
Para
algunos analistas mercenarios, que posan de sabiondos del conflicto, el golpe
de la Macarena “deja a las FARC descabezadas sin posibilidades de
recomposición”. El agente de la CIA ,
Alfredo Rangel, cree que las FARC quedaron “huérfanas” y heridas en su moral,
ad portas del abandono de la lucha armada… Se equivocan. Como siempre,
parecieran caminar con los ojos vendados por los precipicios de la realidad. Se
niegan a entender que somos una dirección colectiva, un cuerpo colegiado de
conducción política y militar en todos los niveles de su estructura de mando.
No atisban en la niebla de un análisis parcializado, motivado por las
fantasías, el poder de la cohesión que siempre ha distinguido al Estado Mayor
Central de las FARC y su Secretariado. Previendo que la lucha revolucionaria es
hasta las últimas consecuencias, todas las instancias de mando de las FARC
funcionan con suplencias para llenar oportunamente las vacantes ocasionadas por
la confrontación o cualquier otro motivo. Por eso el comandante Pastor Alape,
ante la desaparición de Jorge, pasó a ser miembro principal del Secretariado,
mientras al Bloque Comandante Jorge Briceño se le ha dado la posibilidad de
reestructurase, designando de su seno a un nuevo suplente.
No somos
soldados bisoños que se dejan apabullar en el rumbo incierto de una batalla.
Nuestra guerra es por la paz, la Nueva Colombia, la patria Grande y el
Socialismo, en la forma de un nuevo poder. En el guerrillero fariano hay
conciencia y lealtad a la causa, y estará siempre, ávido de lucha y de
victorias. Como decía el Jorge unos días antes de su partida: “nosotros hacemos
parte de la lucha popular y el pueblo es invencible”.
La caída
del gran guerrillero revivió en el presidente Santos el desvarío del fin del
fin de la guerrilla, de la proximidad de una derrota de la insurgencia, que
nunca llegará, y que viene siendo pregonada desde 1964 para justificar la
obsesión militarista de un sector de la oligarquía, por temor, por físico
miedo, a una solución política que demanda el fin de sus privilegios. No se dan
cuenta que al cerrar las puertas del diálogo y la solución política están
abriendo las puertas de la revolución. Es lo mismo que dijo Fidel en su más
reciente reflexión: muy al contrario de lo que afirma el gobierno colombiano,
el asesinato del comandante Jorge… acelerará el proceso revolucionario en
Colombia.
Lo decimos
sin aspavientos, pero con radicalidad: si Santos quiere venir por nosotros, que
venga, pero que venga en persona sin utilizar carne de cañón que es pueblo
uniformado. La arrogancia y el tono de ultimátum de Santos tienen como fondo
las órdenes en inglés, que los guerrilleros que siguen las comunicaciones de la
fuerza pública, captan en los grandes operativos.
Hacemos
nuestras para este momento de coraje las reflexiones de Julius Fucik al pie del
patíbulo: “Cuando la lucha es a muerte;/ el fiel resiste;/ el indeciso
renuncia;/ el cobarde traiciona…,/ el burgués se desespera,/ y el héroe
combate".
Viendo la
ignominia de algunos reporteruchos y gacetilleros de la gran prensa,
encarnizados frente al cadáver del líder guerrillero, aullando sus denuestos,
es deber moral deplorar la bajeza ética de quienes pretenden inducir la opinión
nacional a favor del guerrerismo y del terrorismo de Estado.
Esa
maquinaria de la desinformación se ha dedicado a la satanización de la
guerrilla y a la santificación del gobierno. En sus espacios silencian la voz
del pueblo y sólo dan la palabra a expertos estipendiados por la CIA y el capital financiero, que encubren y
justifican los más fétidos crímenes de lesa humanidad consumados por el Estado.
De manera
repetitiva y en horario estelar, durante 15 minutos, los noticieros de
televisión, mostraron las imágenes del devastador bombardeo con el claro
propósito de legitimar el terrorismo institucional, provocar el aplauso a los
criminales, concitar el apoyo de la población a la política guerrerista del
Estado y uniformar al país con la visión del conflicto de la derecha
neoliberal.
No son
héroes los pilotos y artilleros del terrorismo que dispararon sus armas,
guiados por la tecnología, sino cobardes instrumentos de un poder tiránico y
pro yanqui que aspira a eternizar la injusticia sobre el suelo de Colombia.
Actúan contra su propio pueblo en beneficio de una potencia extranjera. Fue un
ataque artero, y sobre seguro. No es heroísmo disparar bajo el amparo de la
oscuridad y a varios miles de pies de altura, cuando no hay equilibrio de
medios de combate entre las fuerzas contendientes. Otro fue el resultado en
tierra: 30 militares muertos, 70 heridos.
Constatada
la infausta noticia para los humildes de Colombia, algunos periodistas
robotizados y carroñeros se abalanzaron sobre los pobladores de La Macarena
para forzarles una opinión adversa a la guerrilla o hacerlos asentir que la
municipalidad se había liberado de su principal verdugo. Descaradamente aludían
a Jorge a sabiendas de que este era el principal benefactor de toda esa
serranía. Durante décadas el poder central nunca quiso abrir la carretera que
desembotellara la rica región campesina. Jorge y sus guerrilleros la
construyeron, logrando comunicar por tierra a la Macarena con San Vicente del
Caguán y Neiva. Igualmente, en auxilio de aquella gente empobrecida construyó
la vía que conduce a Vistahermosa (Meta). Tendió puentes sobre caños y ríos,
bombardeados luego por la Fuerza Aérea, cuando ya habían sido entregados a la
comunidad. Bajo la conducción de Jorge se pavimentaron los barrios de San
Vicente del Caguán, se hizo el mantenimiento de las carreteras de los llanos
del Yarí, se pusieron en funcionamiento varios acueductos, se organizaron
brigadas de salud, se impuestó el consumo de licores para financiar maestros de
escuela... Y la población recuerda también con gratitud cómo se activó el
comercio bajo la tutela guerrillera. Esta hermosa historia que habla bien de la
preocupación social y del sentido solidario del comandante, no podrá ser
ocultada mientras perviva enraizada en el corazón de una población olvidada,
que sólo ha conocido la presencia del Estado a través de bombas y metralla.
Pese
a estar postrado por la diabetes, el comandante Jorge logró frenar por largos
meses en el área general de la Macarena, el avance de varias brigadas móviles
con más de 15 mil efectivos. Sobrecogidos por su dinámica arrolladora, por su
voluntad inquebrantable, e inspirados en su profunda admiración por el Che, le
habíamos dirigido las siguientes palabras: “Jorge, nuestros respetos. Gracias
por tu ejemplo, por tu inagotable capacidad de trabajo en medio del infortunio
de la enfermedad, y por enseñarnos cómo es que se debe combatir al adversario.
Nos alegra que hace rato hayas superado a tu arquetipo guerrero, el Che. Con lo
realizado por ti, ya no se trata de ser como el Che, sino de superar al Che. La
puso muy alto, hermano”. A lo cual respondió con su modestia de siempre: “No la
hemos puesto tan alto, es que estamos haciendo poco con base en la tarea
estratégica que nos corresponde. Estamos es despertando un pequeño gigante
dormido”.
El parte
militar del Bloque Oriental en el mes de agosto es el siguiente:
Choques
armados 166; soldados muertos 157; soldados heridos 294; helicópteros averiados
10; buques averiados 2; guerrilleros muertos 11.
Ahora, a
los guerrilleros de las FARC nos toca ser como Jorge, el más contumaz de los
guerreros de Manuel. Aunque la tarea no es nada fácil, es nuestro deber. Sus
palabras resonarán en las mentes guerrilleras: “nacimos para vencer, no para ser
vencidos”.
Son
invencibles los soldados de Manuel Marulanda Vélez porque su bandera es la
causa del pueblo, porque sus fusiles son la justicia social, la independencia y
la libertad combatiendo por la Patria Nueva, porque marchan hacia la victoria
con la potencia demoledora del pensamiento de Marx y de Bolívar, con el plan
estratégico y el pueblo organizado.
Del Jorge
del último tramo de su fecunda vida insurgente, debemos resaltar:
Elegido por
la Octava Conferencia Guerrillera en 1993 como miembro del Secretariado de las
FARC, inicia su ascenso imparable hacia el cenit de los héroes. Con las
conclusiones de plenos y conferencias guerrilleras en mano, sigue el pulso al
avance del plan estratégico, denominado Campaña Bolivariana por la Nueva
Colombia, al lado de su gran maestro el comandante Manuel. Reajusta planes y
estructuras de mando y se ocupa del buen funcionamiento de las direcciones. Se
echa al hombro la escuela nacional de cuadros Hernando González Acosta y su
preocupación es la formación de los nuevos comandantes. Organizador de Partido
Clandestino, de profundas convicciones comunistas declaraba luego de sus
reuniones de célula: “me bañé de comunismo, cumplí con mis tareas y deberes de
militante”. Apareció radiante el 29 de abril del 2000 en el lanzamiento del
Movimiento Bolivariano en San Vicente, al lado de Manuel Marulanda y Alfonso
Cano y sus compañeros de Estado Mayor. Feliz con las 30 mil personas
congregadas en la sabana; había sido artífice de la convocatoria del evento,
del reencuentro de Bolívar con su pueblo, y jugado papel fundamental en la
impresionante logística de la movilización. Meses después lo vimos al frente de
la liberación unilateral de más 300 prisioneros de guerra capturados en las
campañas militares del Bloque Oriental. “Los respeto –les decía Jorge-, porque
se rindieron en combate; ojo con lo que van a decir a la prensa, incluso si son
opiniones favorables a nosotros, porque eso los puede perjudicar”.
Necesariamente
debemos destacar su permanente interés y respeto por todos los movimientos
revolucionarios del mundo y por sus procesos. Apasionado por el estudio y la
superación personal, leía ávidamente y gustaba adentrarse tanto en la historia
universal como en la del país. Sólo dormía 3 o 4 horas para dedicar la mayor parte
de su tiempo a la organización y al impulso de las tareas revolucionarias.
Mamagallista excelso y profundo conocedor de sus tropas, sabía escuchar y ser
autocrítico. Intenso en todo, en el combate, en la política, atento a los
cambios en la modalidad operativa del adversario, y muy eficaz en el
cumplimiento de las tareas del movimiento.
Hombre
franco, directo, realista, riguroso, fraternal, leal a la causa revolucionaria,
camarada y amigo de verdad, sin duda sus más caros valores. No permitiremos que
estos atributos de la personalidad del comandante Jorge sean manipulados por
seudo-periodistas empecinados en vejar su memoria.
De todas
maneras, con Manuel, con Jacobo, con Jorge, con Raúl, con Iván Ríos y con todos
los caídos, con el Libertador, los guerrilleros de las FARC entraremos a Bogotá
en los puños levantados del pueblo, cabalgando en la insurrección, para
instaurar en la plaza de Bolívar el nuevo gobierno, patriótico y bolivariano
inspirador de nuestra lucha. Justa; mil veces justa: un derecho universal
imprescindible para destruir el mal mayor de la opresión. Los colombianos,
tenemos todo el derecho del mundo a vivir en dignidad, en paz, en democracia,
en soberanía y en libertad. Como dijo Jorge, “allá nos pillamos”.
¡Triunfar!
es la consigna. A los revolucionarios les decimos con Bertold Brecht: “Quien
aún esté vivo no diga "jamás"/ Lo firme no es firme/ Todo no seguirá
igual/ Cuando hayan hablado los que dominan/ hablarán los dominados/ ¿Quién
puede atreverse a decir "jamás"?/ ¿De quién depende que siga la
opresión? De nosotros/ ¿De quién que se acabe? De nosotros también/ ¡Que se
levante aquél que está abatido!/ ¡Aquél que está perdido, que combata!/ ¿Quién
podrá contener al que conoce su condición?/ Pues los vencidos de hoy serán los
vencedores de mañana/ y el jamás, se convierte en hoy mismo”.
Gloria a
los héroes caídos en la resistencia al opresor, es el grito del comandante
Jorge resonando en lo más profundo de la conciencia guerrillera. Gloria a Raúl
Reyes, gloria a Iván Ríos, gloria a los caídos en Sucumbíos, gloria a todos los
combatientes que han entregado su vida por la causa de la libertad, HASTA
SIEMPRE.
Hasta
siempre, Jorge, camarada, comandante, amigo. Venceremos.
Honor al
comandante Jorge Briceño, héroe de la libertad, de la Nueva Colombia, la patria
grande y el socialismo.
Secretariado del
Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, octubre 8 de 2010
Año bicentenario del grito de independencia