El pueblo de Colombia y el mundo observan el triunfalismo macabro y la euforia guerrerista de la clase gobernante colombiana, hecho perfectamente reflejado en la prensa amarillista del régimen, que acuciosa ha desplegado ediciones especiales, no para lamentar la violencia y clamar por la paz, como demandan los colombianos, sino para cantar una falsa y victoriosa aniquilación de la insurgencia.
Voceros de gobierno y analistas de bolsillo nutren la pretensión que por medio siglo ha amamantado la clase terrateniente y corrompida que gobierna: exterminar por la vía militar a la rebelión insurgente.
Cuán lejos están de la realidad que representan las FARC-EP en Colombia, y su símbolo revolucionario de resistencia, guías que hoy se propagan incluso más allá de la América Latina.
Sabemos que los ejecutores de la guerra del régimen, ni por un minuto piensan que sus bombas de racimo pueden alcanzar a sus soldados y policías que permanecen como nuestros prisioneros de guerra en la selva. Nada les detiene de lanzar sus bombardeos feroces, inclusive asesinar a mansalva a sus propios hombres que dignamente han defendido sus políticas.
Esta es la personalidad violenta y excluyente del régimen que enfrentamos, y que pese a los avatares de la confrontación, seguiremos enfrentando mientras tengamos, como hasta hoy, el respaldo popular de las gentes humildes y negadas que engrandecen la resistencia guerrillera. Ahí está el secreto que nos proyecta al futuro tanto en las selvas como en las ciudades de Colombia.
Mientras haya injusticia, desplazados y desterrados, acaparamiento de la tierra y la riqueza, bandas de narcotraficantes y paramilitares cogobernando, impunidad, corrupción, pobreza extrema, falta de garantías para participar políticamente por la vía pacífica y democrática, y mientras haya pérdida de soberanía y saqueo de nuestros recursos naturales, ahí seguirán apareciendo sin cesar los semilleros genuinos para la existencia de las FARC-EP.
No obstante seguimos reclamando una oportunidad para la paz, no para la rendición como obstinada y estúpidamente lo piensa el régimen. Lo que reclamamos ya lo comunicó con meridiana claridad nuestro comandante Alfonso Cano: el único camino es la solución política y pacífica para el conflicto social y armado interno, y en ella somos y seremos factor determinante, las demás estrategias solo contribuyen a prolongar el espiral de la guerra.
Finalmente queremos corroborar que no nos alegra la muerte de nuestro adversario. Jamás la revista y la emisora Resistencia, órganos informativos de las FARC-EP, han celebrado muerte alguna.
Por el contrario, asumimos con disciplina el pensamiento Fariano y los lineamientos del Estado Mayor y el Secretariado Nacional, que claramente y desde siempre han lamentado la violencia, y en cambio hemos defendido y propuesto el dialogo y la paz. Acaso no fue esa la inspiración de la exterminada Unión Patriótica ¿y no son los mismos lineamientos democráticos, pluralistas y pacifistas del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia?
Convocamos a la comunidad nacional e internacional a que no se deje engañar fácilmente con los cantos de sirena que han proclamado el presidente J. M. Santos desde Nueva York y sus esbirros desde los periódicos y micrófonos de Colombia.
No es por la vía de la exterminación del contrario que Colombia encontrará la paz y la reconciliación. En su momento el Secretariado habrá de comunicar la realidad de los hechos sucedidos en las selvas del sur de Colombia, por lo mismo no agregamos nada sobre estos acontecimientos. Entretanto, nos cubre el honor y la gloria de seguir luchando y resistiendo hasta alcanzar una Nueva Colombia, en paz con justicia y democracia.
Revista Resistencia, edición nacional, septiembre 24 de 2010